Cuando termina una temporada de cría de cualquier pareja de
calzadas, el nido el cual ha sido utilizado unos 6 meses aproximadamente, ya no
presenta ese aspecto tan verde, tan cuidado como al principio de la estación. Ha
quedado plano con ramas y pinocha seca. Al comienzo de la estación
reproductora, está lleno de ramas nuevas en los bordes, se ha construido un
cuenco donde la hembra depositará los huevos y donde estarán protegidos del
frío, sol directo, etc. Nada más llegar, ya comienza la pareja a aportar palos
a la estructura. Los suelen coger de las innumerables ramillas que hay en el
suelo, caídas durante los meses anteriores. Tanto el macho como la hembra
participan en el proceso de mejora del nido. El macho incansable, aporta los
palos que deja en el nido, siendo la hembra principalmente de la colocación
correcta. Van trayendo también ramas con hojas frescas, sobre todo pinocha en
la zona central. Con esa pinocha tienen que construir un cuenco donde
depositarán los huevos. Para conseguir darle esa forma a la estructura, son los
adultos los que con su pecho, van aprisionándolas, chafándolas mientras le dan
forma de cuenco. El cuenco donde colocarán los huevos, presenta unas
dimensiones medias de 27,5 x 25,4 cm con máximos de 37 x 32,5 cm, y una
profundidad del cuenco de 6,4 cm con un máximo de 9 cm. Es una tarea que les
lleva su tiempo y su esfuerzo. Son las primeras y últimas horas del día, las
que dedican más tiempo a estas tareas. Al estar unos seis meses fuera de sus
territorios, los nidos usados durante el año, al ya no haber aportes de presas,
restos de excrementos, plumas... se limpian de parásitos y están saneados al
año siguiente. Al mismo tiempo, el aporte de estas ramas frescas, de estas
pinochas, también ayuda al saneamiento de organismos nocivos, tiene propiedades
antisépticas.
FOTOGRAFÍA: Javier Gómez |